Biblia Jubileo 2000 1Y dos días después era la Pascua y los días de los panes sin levadura; y procuraban los príncipes de los sacerdotes y los escribas cómo le prenderían por engaño, y le matarían.
2Y decían: No en el día de la fiesta, para que no se haga alboroto del pueblo. 3Y estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer teniendo un alabastro de ungüento de nardo espique de mucho precio; y quebrando el alabastro, se lo derramó sobre su cabeza. 4Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de ungüento? 5Porque podía esto ser vendido por más de trescientos denarios, y darse a los pobres. Y murmuraban contra ella. 6Mas Jesús dijo: Dejadla; ¿por qué la fatigáis? Buena obra me ha hecho; 7que siempre tendréis los pobres con vosotros, y cuando quisiereis les podréis hacer bien; mas a mí no siempre me tendréis. 8Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. 9De cierto os digo que dondequiera que fuere predicado este Evangelio en todo el mundo, también esto que ha hecho ésta, será dicho para memoria de ella. 10Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, vino a los príncipes de los sacerdotes, para entregárselo. 11Y ellos oyéndolo se alegraron, y prometieron que le darían dinero. Y buscaba oportunidad de cómo le entregaría. 12Y el primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban la Pascua, sus discípulos le dicen: ¿Dónde quieres que vayamos a disponer para que comas la pascua? 13Y envía dos de sus discípulos, y les dice: Id a la ciudad, y os encontrará un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle; 14y donde entrare, decid al padre de familia: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos? 15Y él os mostrará un gran cenáculo ya preparado; aderezad para nosotros allí. 16Y fueron sus discípulos, y vinieron a la ciudad, y hallaron como les había dicho; y aderezaron la Pascua. 17Y llegada la tarde, fue con los doce. 18Y cuando se sentaron a la mesa y comieron, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me ha de entregar. 19Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle cada uno por sí, por ventura: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo? 20Y él respondiendo les dijo: Es uno de los doce que moja conmigo en el plato. 21A la verdad el Hijo del hombre va, como está de él escrito; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! Bueno le fuera a aquel hombre si nunca hubiera nacido. 22Y estando ellos comiendo, tomó Jesús pan, y bendiciendo, partió y les dio, y dijo: Tomad, comed, esto es mi cuerpo. 23Y tomando el vaso, habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de él todos. 24Y les dice: Esto es mi sangre del Nuevo Testamento, que por muchos es derramada. 25De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día, cuando lo beberé nuevo en el Reino de Dios. 26Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al Monte de las Olivas. 27Jesús entonces les dice: Todos seréis escandalizados en mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y serán derramadas las ovejas. 28Mas después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. 29Entonces Pedro le dijo: Aunque todos sean escandalizados, yo no. 30Y le dice Jesús: De cierto te digo hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, tú me negarás tres veces. 31Mas él con mayor porfía decía: Si me fuere menester morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo. 32Y vienen al lugar que se llama Getsemaní, y dice a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro. 33Y toma consigo a Pedro y a Jacobo y a Juan, y comenzó a atemorizarse, y a angustiarse. 34Y les dice: Está muy triste mi alma, hasta la muerte; esperad aquí y velad. 35Y yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró, que si fuera posible, pasara de él aquella hora, 36Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son a ti posibles; traspasa de mí este vaso; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú. 37Y vino y los halló durmiendo; y dice a Pedro: ¿Simón, duermes? ¿No has podido velar una hora? 38Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad es presto, mas la carne enferma. 39Y volviéndose a ir, oró, y dijo las mismas palabras. 40Y vuelto, los halló otra vez durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados; y no sabían qué responderle. 41Y vino la tercera vez, y les dice: Dormid ya y descansad. Basta, la hora es venida; he aquí, el Hijo del hombre es entregado en manos de los pecadores. 42Levantaos, vamos; he aquí, el que me entrega está cerca. 43Y luego, aún hablando él, vino Judas, que era uno de los doce, y con él una multitud con espadas y palos, de parte de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas y de los ancianos. 44Y el que le entregaba les había dado señal común, diciendo: Al que yo besare, aquel es: prendedle, y llevadle con seguridad. 45Y como vino, se acercó luego a él, y le dijo: Maestro, Maestro. Y le besó. 46Entonces ellos echaron en él sus manos, y le prendieron. 47Y uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote; y le cortó la oreja. 48Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Cómo a ladrón habéis salido con espadas y con palos a tomarme? 49Cada día estaba con vosotros enseñando en el Templo, y no me tomasteis; pero es así, para que se cumplan las Escrituras. 50Entonces dejándole todos sus discípulos, huyeron. 51Pero un joven le seguía cubierto de una sábana sobre el cuerpo desnudo; y los mancebos le prendieron; 52mas él, dejando la sábana, huyó de ellos desnudo. 53Y trajeron a Jesús al sumo sacerdote; y se juntaron a él todos los príncipes de los sacerdotes y los ancianos y los escribas. 54Pero Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; y estaba sentado con los servidores, y calentándose al fuego. 55Y los príncipes de los sacerdotes y todo el concilio buscaban algún testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte; pero no lo hallaban. 56Porque muchos decían falso testimonio contra él; mas sus testimonios no concertaban. 57Entonces levantándose unos, dieron falso testimonio contra él, diciendo: 58Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este Templo, que es hecho de manos, y en tres días edificaré otro hecho sin manos. 59Mas ni aun así se concertaba el testimonio de ellos. 60Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes algo? ¿Qué atestiguan éstos contra ti? 61Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? 62Y Jesús le dijo: YO SOY; y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra de la Potencia de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. 63Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus vestidos, dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? 64Habéis oído la blasfemia: ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron para ser culpado de muerte. 65Y algunos comenzaron a escupir en él, y cubrir su rostro, y a darle bofetadas, y decirle: Profetiza. Y los servidores le herían de bofetadas. 66Y estando Pedro en el palacio abajo, vino una de las criadas del sumo sacerdote; 67y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, dice: Y tú con Jesús el Nazareno estabas. 68Mas él negó, diciendo: No lo conozco, ni sé lo que dices. Y salió fuera a la entrada; y cantó el gallo. 69Y la criada viéndole otra vez, comenzó a decir a los que estaban allí: Este es de ellos. 70Mas él negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos; porque eres Galileo, y tu habla es semejante. 71Y él comenzó a maldecir y a jurar: No conozco a este hombre de quien habláis. 72Y el gallo cantó la segunda vez; y Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba. |