Reina Valera Gómez 1Y entrando Jesús pasó por Jericó.
2Y he aquí un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y era rico;
3y procuraba ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura.
4Y corriendo delante, se subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.
5Y cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.
6Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso.
7Y viendo esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
8Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
9Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
10Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. 11Y oyendo ellos estas cosas, Él prosiguió y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y porque ellos pensaban que pronto se manifestaría el reino de Dios. 12Dijo, pues: Un hombre noble partió a una provincia lejos, para tomar para sí un reino, y volver. 13Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo. 14Pero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. 15Y aconteció que cuando él regresó, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. 16Y vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. 17Y él le dijo: Bien, buen siervo; pues que en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades. 18Y vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha ganado cinco minas. 19E igualmente dijo a éste: Tú también sé sobre cinco ciudades. 20Y vino otro, diciendo: Señor, he aquí tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; 21pues tuve miedo de ti, porque eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste. 22Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré; 23¿por qué, pues, no diste mi dinero al banco, para que al venir yo, lo hubiera recibido con los intereses? 24Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene diez minas. 25Y ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. 26Pues yo os digo que a todo el que tiene le será dado; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 27Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y matadlos delante de mí. 28Y dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén. 29Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos, 30diciendo: Id a la aldea de enfrente; y entrando en ella, hallaréis un pollino atado sobre el cual ningún hombre se ha sentado jamás; desatadlo, y traedlo. 31Y si alguien os preguntare, ¿por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita. 32Y fueron los que habían sido enviados, y hallaron como Él les había dicho. 33Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? 34Y ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita. 35Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, pusieron a Jesús encima. 36Y yendo Él, tendían sus mantos por el camino. 37Y cuando Él llegó ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzaron a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto, 38diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! 39Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. 40Y Él respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían. 41Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, 42diciendo: ¡Oh si hubieses conocido, aun tú, a lo menos en este tu día, lo que toca a tu paz! Pero ahora está encubierto a tus ojos. 43Porque vendrán días sobre ti, que tus enemigos te cercarán con vallado, y te pondrán cerco, y de todas partes te pondrán en estrecho, 44y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán en ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación. 45Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él, 46diciéndoles: Escrito está: Mi casa, es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. 47Y enseñaba cada día en el templo; pero los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los principales del pueblo procuraban matarle. 48Y no hallaban qué hacer, porque todo el pueblo estaba muy atento oyéndole. |