Reina Valera Gómez 1Después de esto abrió Job su boca, y maldijo su día.
2Y exclamó Job, y dijo: 3Perezca el día en que yo nací, y la noche en que se dijo: Varón es concebido. 4Sea aquel día sombrío, y no cuide de él Dios desde arriba, ni claridad sobre él resplandezca. 5Aféenlo tinieblas y sombra de muerte; repose sobre él nublado, que lo haga horrible como día caliginoso. 6Ocupe la oscuridad aquella noche; no sea contada entre los días del año, ni venga en el número de los meses. 7¡Oh que fuera aquella noche solitaria, que no viniera canción alguna en ella! 8Maldíganla los que maldicen el día, los que se aprestan para levantar su llanto. 9Oscurézcanse las estrellas de su alba; espere la luz, y no venga, ni vea los párpados de la mañana: 10Por cuanto no cerró las puertas del vientre de mi madre, ni escondió de mis ojos la miseria. 11¿Por qué no morí yo en la matriz, o entregué el espíritu al salir del vientre? 12¿Por qué me recibieron las rodillas? ¿Y para qué los pechos para que mamase? 13Pues ahora yacería yo, y reposaría; dormiría, y entonces tendría reposo, 14con los reyes y con los consejeros de la tierra, que edifican para sí lugares desolados; 15o con los príncipes que poseían el oro, que llenaban sus casas de plata. 16O ¿por qué no fui escondido como abortado, como los pequeñitos que nunca vieron la luz? 17Allí los impíos dejan de perturbar, y allí descansan los de agotadas fuerzas. 18Allí reposan juntos los cautivos; no oyen la voz del opresor. 19Allí están el chico y el grande; y el siervo es libre de su señor. 20¿Para qué se da luz al trabajado, y vida al amargado de alma, 21que esperan la muerte, y ella no llega, aunque la buscan más que a tesoros enterrados; 22que se alegran sobremanera, y se gozan, cuando hallan el sepulcro? 23¿Para qué se da luz al hombre que no sabe por dónde va, y al cual Dios ha acorralado? 24Pues antes que mi pan viene mi suspiro; y mis gemidos corren como aguas. 25Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía. 26No he tenido paz, no me aseguré, ni estuve reposado; no obstante me vino turbación. |