Reina Valera Gómez 1Y venida la mañana, todos los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron consejo contra Jesús para entregarle a muerte.
2Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato, el gobernador. 3Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, arrepentido, devolvió las treinta monedas de plata a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos, 4diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: ¿Qué a nosotros? Míralo tú. 5Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó. 6Y los príncipes de los sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro, porque es precio de sangre. 7Y tomando consejo, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros. 8Por lo cual aquel campo fue llamado: Campo de Sangre, hasta el día de hoy. 9Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, que dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, el precio del estimado, el cual fue apreciado por los hijos de Israel; 10y las dieron por el campo del alfarero, como me ordenó el Señor. 11Y Jesús estaba en pie delante del gobernador; y el gobernador le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices. 12Y siendo acusado por los príncipes de los sacerdotes y por los ancianos, nada respondió. 13Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? 14Y Él no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho. 15Y en el día de la fiesta el gobernador acostumbraba soltar al pueblo a un preso, el que quisiesen. 16Y tenían entonces un preso famoso llamado Barrabás. 17Y reuniéndose ellos, Pilato les dijo: ¿A quién queréis que os suelte; a Barrabás, o a Jesús que es llamado el Cristo? 18Porque sabía que por envidia le habían entregado. 19Y estando él sentado en el tribunal, su esposa envió a él, diciendo: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de Él. 20Mas los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que dieran muerte a Jesús. 21Y el gobernador respondiendo, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás. 22Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré con Jesús, que es llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado! 23Y el gobernador les dijo: Pues, ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado! 24Y viendo Pilato que nada adelantaba, antes se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; vedlo vosotros. 25Y respondiendo todo el pueblo dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. 26Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado. 27Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de Él a toda la cuadrilla; 28y desnudándole, le pusieron encima un manto escarlata. 29Y tejiendo una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza; y una caña en su mano derecha, e hincada la rodilla delante de Él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! 30Y escupían en Él, y tomando la caña, le herían en la cabeza. 31Y después que le hubieron escarnecido, le quitaron el manto, y poniéndole sus vestiduras, le llevaron para crucificarle. 32Y saliendo, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a cargar su cruz. 33Y cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que quiere decir, el lugar de la calavera, 34le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; y después de haberlo probado, no quiso beberlo. 35Y después que le hubieron crucificado, repartieron sus vestiduras, echando suertes; para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta: Repartieron entre sí mis vestiduras, y sobre mi ropa echaron suertes. 36Y sentados le guardaban allí. 37Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ÉSTE ES JESÚS EL REY DE LOS JUDÍOS. 38Entonces fueron crucificados con Él, dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda. 39Y los que pasaban le injuriaban, meneando sus cabezas, 40y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo. Si eres el Hijo de Dios, desciende de la cruz. 41De esta manera también los príncipes de los sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los ancianos, decían: 42A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar. Si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en Él. 43Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere, porque ha dicho: Yo soy el Hijo de Dios. 44Los ladrones que estaban crucificados con Él, también le injuriaban. 45Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. 46Y cerca de la hora novena, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? 47Y algunos de los que estaban allí, oyéndolo, decían: A Elías llama Éste. 48Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio de beber. 49Y los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. 50Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. 51Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló, y las piedras se partieron: 52Y los sepulcros fueron abiertos, y muchos cuerpos de los santos que habían dormido, se levantaron; 53y saliendo de los sepulcros, después de su resurrección, vinieron a la santa ciudad y aparecieron a muchos. 54Y el centurión y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente Éste era el Hijo de Dios. 55Y muchas mujeres estaban allí mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole. 56Entre las cuales estaban María Magdalena, y María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. 57Y cayendo la tarde, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, el cual también era discípulo de Jesús. 58Éste fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que el cuerpo le fuese entregado. 59Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sabana limpia, 60y lo puso en su sepulcro nuevo, que él había labrado en la roca; y rodó una gran piedra a la puerta del sepulcro, y se fue. 61Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro. 62Y el día siguiente, después del día de la preparación, se reunieron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos ante Pilato, 63diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador, viviendo aún, dijo: Después de tres días resucitaré. 64Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos de noche, y le hurten, y digan al pueblo: Resucitó de los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. 65Y Pilato les dijo: Tenéis una guardia, id y aseguradlo como sabéis. 66Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra, y poniendo guardia. |